Ese deseo de infinito que tiene el ser humano no es sino una expresión de esa nostalgia de Dios, de ese llamado a ser eterno. Solo lograremos saciar ese anhelo, esa hambre, alimentándonos de Dios.
“[Señor Dios], nos creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti”.
Autobiografía de San Agustín. Las confesiones
$100.00Precio